Depresión Posparto 1

Catalina Estrada Uribe
4 min readSep 24, 2020

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Hoy es el día internacional de la prevención del suicidio.

Hace dos años una depresión posparto se fue viniendo poco a poco, silenciosa, oscura, y muy lentamente se fue apoderando de mí y de mi vida.

Un negro muy profundo me fue llenando de terror, de un miedo inexplicable, de soledad absoluta, de un vacío sin fondo y un agotamiento tan devastador que solo lo puede entender quien ha pasado por ahí.

Hoy miro atrás y no entiendo cómo no la vi venir, aunque ya había pasado por una depresión posparto con mi primer hijo León que por suerte superé gracias a la ayuda de Iris Luna, pero esta vez todo era distinto. Cuando me dí cuenta me encontraba en silencio absoluto analizando todas las posibles maneras de terminar mi vida. Lo único que me lo impedía era pensar en mis padres y en el dolor que iba a causarles .

Por Pancho y los niños estaba tranquila porque pensaba que no era buena madre, ni buena esposa, que los niños tenían a Pancho, el mejor papá del mundo, y que Pancho, siendo la maravilla de hombre que es no tendría problema en conseguir alguien mejor que yo.

Mala madre, mala persona, mujer desagradecida, cualquier cosa antes de admitir que estaba enferma.

Vergüenza de tener todo para ser feliz y ninguna. explicación para no serlo.

Agotamiento permanente, y la sensación de no ser capaz de criar a mis hijos que me destrozaba.

Tuve que cancelar todos mis proyectos, le pedí a Pancho que hablara con mi familia y manejara mis correos pendientes. No podía abrir el computador ni responder al teléfono. No podía hacer nada porque me paralizaban el miedo y el físico terror.

No podía pensar en el futuro, ni reconectar con quien fuí en el pasado. Ni leer, la música me dolía, las películas me aterrorizaban.

Mis papás me dijeron de venir a verme pero les supliqué que no lo hicieran porque me negaba a que vieran así.

Me sentía un cargo para mi familia y quería librarlos de mí. Pero sobre todo quería como fuera librarme de mi terror y de esa angustia tan inexplicable que lo devoraba todo.

Esta era mi única verdad. No había otra salida.

La depresión es así, nos engaña, nos lleva por caminos muy oscuros y traicioneros. También los estigmas, que hagamos yoga, que meditemos, que acupuntura, que vayamos a un coach , cualquier cosa antes que ir a un siquiatra. Todo lo que sea posible antes de considerar la posibilidad de someternos a un tratamiento.

Y sí, hago yoga hace mas de 18 años, he meditado muchos años, como bien y todo esto sirve. Pero la verdad es que si estoy aquí para contar esta historia es gracias a un tratamiento psiquiátrico acertado.

La depresión es una enfermedad como cualquier otra, pero llena de estigmas que nos hace avergonzar , nos aisla, nos encierra y nos impide buscar ayuda. Pero como cualquier otra enfermedad requiere un tratamiento médico adecuado que solo puede ser decidido y guiado por un profesional.

Tomar medicamentos no es fácil, encontrar el adecuado tampoco, pero yo no tenía otra opción y logré con el tiempo poco a poco confiar en los dos medicos que me trataron. Una vez establecida la confianza, me armé de paciencia y estar atenta a todo los cambios que iban sucediendo en mi mente y mi cuerpo.

Cada día al despertar lo primero que hago es dar gracias por estar viva. Por poder amar de nuevo a mis hijos, a Pancho, a mi familia, a las personas. Por poder volver a ver y a vibrar con los colores y la belleza de la vida. Por poder amarme a mi misma de nuevo. Por esta reconexión con todo, pero sobre todo conmigo misma.

Por encima de todo agradezco a la medicina, a mis cuñados Gus y Begoña por dirigirme al Dr. Eugeni Bruguera en Vall d’Hebron quien me derivó a un angel de la guarda en la tierra El Dr. Miguel Sandonis especialista en Depresión Pos-Parto quien me escuchó por horas enteras durante meses, y me trató con una dulzura y cariño únicos, a pesar de mi desconfianza en él por ser hombre. Yo pensaba que un hombre nunca podrá entender el cargo que siente una madre depresiva frente a sus hijos y su incapacidad para cuidar de ellos, su desespero por salir corriendo y huir de su propia vida.

Gracias a Pancho, por su amor y su paciencia infinita, que me ha acompañado y aguantado en esta montaña rusa.

A Marta, que cuidaba de Bruno y León como sus propios hijos y como si fuera poco también cuidó de mí, que identificó el miedo en mis ojos antes que nadie, se llevaba a los niños dias enteros para que yo pudiera recuperarme. Me dió instrucciones claras a donde llamar o donde ir en caso de emergencia.

A mis papas por su paciencia y su amor. A mi hermano por acompañarme y entenderme.

A Charo, Judy y Shadya por ser mis compañeras de viaje.

Y también agradezco a la depresión porque por más oscuro que haya sido el camino, después de ella nadie puede ser la misma persona. Después de sobrevivirla solo existen el agradecimiento la empatía y las ganas de ayudar.

De esto no es lindo escribir, pero lo escribo porque si yo estoy aquí para contarlo es porque sí se puede salir. Pero para salir, se necesita ayuda. Porque siento que quienes la sobrevivimos tenemos el deber de contarlo para que aquellos que estén pasando por algo así no se sientan tan solos y no pierdan la esperanza. Pero sobre todo que no sientan vergüenza de hablarlo y de pedir ayuda.

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